Sumida en un sueño
liviano, tus susurros se hicieron cada vez más fuertes en mis oídos. Lidiando
con el sopor traté de agudizar mi audición, pero no podía comprender tus
murmullos. Luego, fluidamente dejaste escapar palabras que yo intentaba
descifrar.
Mil fantasías le
confesaste a tu almohada ignorando mi presencia; cierto morbo despertó
repentinamente en mí y tornó mi adormecimiento en avidez libidinosa. Fascinada
al escuchar tus retorcidos deseos, te observaba, imaginando estar en tus sueños
protagonizando tus pretensiones.
Una fuente desbordada
de pensamientos impuros recorrió mi mente cuando tu voz entró en mí. Mi
imaginación desembocó en la desesperada necesidad de probarte, tocarme,
sentirte.
Tantas imágenes de tu
lengua invadiendo mi sexo, de tus manos recorriendo mi carne, de mi boca
mordiendo la tuya. Escenas surrealistas de tus manos hundiendo artefactos del
placer en mí me invadieron.
Sin poder contenerme
busqué tu cuerpo más allá de las sábanas, y encontré tu alma envuelta en
delirios carnales. Tú seguiste el camino que mi silueta te enseñó y encontraste
en mi cuerpo el remanso de tus fantasías más íntimas.
Nos estremecimos
cuando entraste en mí una y otra vez. Disfruté cada centímetro que lamiste,
cada vez que hambriento buscaste mis senos para nutrirte con mi esencia;
bebiste la savia que mi sexo te ofreció, mordiste mis muslos y regaste mi pecho
con tus jugos.
Deliré con tus dedos
en mi boca descosiendo cada inhibición, me estremecí cuando tus manos apretaron
fuertemente mis caderas mientras me penetrabas ferozmente y liberabas tus
demonios.
Me arrancaste los
gemidos hasta llevarme al éxtasis. El más pleno, sublime y delicioso. Mi savia
del placer fue tuya, otra vez.
Luego de ver tu
rostro de satisfacción y de sentir el inimitable dolor del placer, me doy
cuenta de que fui presa de tus distorsionadas fantasías, pero me siento libre
porque el placer me libera, tu placer me libera, el dolor de tu placer.
Tras la justa, te
dormiste de nuevo y continuaste soñando con tus fantasías, que ahora son mías;
yo, me desvanecí pensando en la lujuria que me ofrecen tus placeres, y en el
momento en que de nuevo intercambiemos caricias por latigazos.
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